En los terrenos de la Villa de Zaachila los nogales adornan el paisaje del Valle de Oaxaca. En tiempo de lluvias el verdor de los alrededores despierta un olor a tierra mojada entre sembradíos de maíz y las sombras de las frondosas nogaleras. En la distancia se oyen los estrepitosos truenos de los cohetones que dan la bienvenida a las fiestas de La Trinidad, una comunidad ubicada a unos pasos de Zaachila.
La gente de los pueblos aledaños acostumbraban asistir a las fiestas de la Trinidad caminando por las terracerías que están entre las milpas y siembras de alfalfa, a un costado del camino hay un pequeño cerro, casi un montículo plagado de hierbas silvestres, a éste se le conoce como el Cerro del Catrín.
Dice la leyenda que dos amigos regresaban a pie a la Villa de Zaachila después de disfrutar la fiesta de La Trinidad, caminaban alegres y ebrios por el sendero. Uno de ellos decidió acercarse al cerro del Catrín a satisfacer sus necesidades fisiológicas, orinar, mientras el amigo lo esperaba en el camino.
La espera se prolongaba y el susodicho no regresaba, al notar la tardanza, el amigo pensó que el esperado se había dormido cerca del cerro, se aprestó a buscarlo sin lograr encontrarlo. Fue a la Villa a informar del caso y a solicitar ayuda. Un grupo de voluntarios salió en su búsqueda sin lograr hallarlo.
Después de investigar en pueblos y comunidades aledañas, de cerciorarse de que el desaparecido no deambulaba por la región, se pensó que éste había fallecido.
Transcurrió un año sin obtener tan sólo una pista del paradero de éste. Se cuenta que fue exactamente un año después de la desaparición, cuando su familia celebraba una misa de muerto en su honor, y apareció. Portaba la misma ropa del día en que se perdió, sin desgaste alguno, sin suciedad ni nada, como sí nunca se hubiera ido.
El desparecido contó que al acercarse al cerro del Catrín escuchó voces y música, el vio una puerta por donde se introdujo a una cantina, ahí bebió pulque y cerveza por una hora, él sostuvo que tan sólo había permanecido dentro de la taberna una hora, pero él no sabía que había pasado más de un año desde que había entrado por esa puerta.
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